EN EL aeropuerto de Londres tuve cinco minutos justos para poder subir al «Caravelle» del mediodía. En algo menos de una hora, los potentes motores a reacción nos trasladaron a los sesenta pasajeros hasta París. Mientras el autobús de la Air France corría por la «Autoroute du Sud» manteniéndose invariablemente en las sesenta millas, modifiqué en una hora las manecillas de mi reloj para adaptarme al horario francés.
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EN EL aeropuerto de Londres tuve cinco minutos justos para poder subir al «Caravelle» del mediodía. En algo menos de una hora, los potentes motores a reacción nos trasladaron a los sesenta pasajeros hasta París. Mientras el autobús de la Air France corría por la «Autoroute du Sud» manteniéndose invariablemente en las sesenta millas, modifiqué en una hora las manecillas de mi reloj para adaptarme al horario francés.