El timbre del teléfono comenzó a sonar repentinamente, con estrepitosa aspereza que rompió la quietud que imperaba en el despacho, lleno de sol y de humo de tabaco, del piso alto del edificio de la policía. El joven y corpulento capitán del grupo se sobresaltó y bajó los pies de lo alto de la mesa con rapidez. —¡Dios mío! Si no arreglan pronto ese timbre cascado, cualquier día tendrán que llevarme al manicomio con un ataque de nervios.
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El timbre del teléfono comenzó a sonar repentinamente, con estrepitosa aspereza que rompió la quietud que imperaba en el despacho, lleno de sol y de humo de tabaco, del piso alto del edificio de la policía. El joven y corpulento capitán del grupo se sobresaltó y bajó los pies de lo alto de la mesa con rapidez. —¡Dios mío! Si no arreglan pronto ese timbre cascado, cualquier día tendrán que llevarme al manicomio con un ataque de nervios.