Rubén Darío escribió Emelina incentivado por Eduardo Poirier, quien le propuso participar en el certamen Varela, instaurado por el diario «La Unión de Valparaíso». Dicho concurso se cerraba el 1 de agosto, así que tuvo que redactarla en sólo diez días y sin previa preparación. Por esta razón, quizás, no obtuvo ningún reconocimiento. La novela es un folletín repleto de aventuras escritas en un curioso estilo por dos jóvenes protagonistas de su tiempo. Uno de ellos sería considerado el gran poeta de la lengua española en la primera mitad del siglo XX: Rubén Darío. El otro es buen exponente de la intelectualidad progresista de la época, la divulgación de cuya obra se vio truncada pues perteneció a los vencidos en la Revolución de 1891: Eduardo Poirier. Asesinatos, amores, incendios, festejos, mentiras, duelos e intrigas en las ciudades más internacionales del siglo XIX: Londres, París, Bruselas, Valparaíso... En el prólogo del libro, Rubén Darío calificó a esta novela como un pecado de juventud: 'En cuanto a la gran debilidad de esta obra, es aquella misma que Goncourt señala refiriéndose a su bellísimo e incomparable primigenio. Nosotros no hemos tenido la visión directa de lo humano, sino los recuerdos y reminiscencias de cosas vistas en los libros'.
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Rubén Darío escribió Emelina incentivado por Eduardo Poirier, quien le propuso participar en el certamen Varela, instaurado por el diario «La Unión de Valparaíso». Dicho concurso se cerraba el 1 de agosto, así que tuvo que redactarla en sólo diez días y sin previa preparación. Por esta razón, quizás, no obtuvo ningún reconocimiento. La novela es un folletín repleto de aventuras escritas en un curioso estilo por dos jóvenes protagonistas de su tiempo. Uno de ellos sería considerado el gran poeta de la lengua española en la primera mitad del siglo XX: Rubén Darío. El otro es buen exponente de la intelectualidad progresista de la época, la divulgación de cuya obra se vio truncada pues perteneció a los vencidos en la Revolución de 1891: Eduardo Poirier. Asesinatos, amores, incendios, festejos, mentiras, duelos e intrigas en las ciudades más internacionales del siglo XIX: Londres, París, Bruselas, Valparaíso... En el prólogo del libro, Rubén Darío calificó a esta novela como un pecado de juventud: 'En cuanto a la gran debilidad de esta obra, es aquella misma que Goncourt señala refiriéndose a su bellísimo e incomparable primigenio. Nosotros no hemos tenido la visión directa de lo humano, sino los recuerdos y reminiscencias de cosas vistas en los libros'.