Una desmemoriada Lina despierta en Darkhorse. Su novio, Samuel, no resulta ser el hombre que aparece en sus sueños, aquel con el que fantasea: el tal William Máximus Wildman. Ahora Lina lleva una vida tranquila y sacrificada: consiguió dos empleos y está incursionando en el mundo del teatro. Sin embargo, tiene la extraña sensación de que olvida algo importante, y pensamientos lujuriosos la tientan hacia un mundo prohibido y oscuro. Es que, sin saberlo, Lina está en la recta final de la Gran Competencia, con el tiempo justo para concebir al primer niño de fuego o a la niña alada que mejorará al mundo. Tras una lucha bestial que pondrá a prueba sus límites, Lina por fin logra adentrarse en el mundo del placer carnal, donde sus deseos son satisfechos. Sin embargo, de nuevo el destino le juega una mala pasada y se encontrará en el abismo de su propia existencia. En este tercer acto, Lina y William se consumen al fin en las llamas de su pasión y, como siempre, pagan un precio altísimo. Pero ¿acaso no vale la pena ser fiel al propio deseo?
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Una desmemoriada Lina despierta en Darkhorse. Su novio, Samuel, no resulta ser el hombre que aparece en sus sueños, aquel con el que fantasea: el tal William Máximus Wildman. Ahora Lina lleva una vida tranquila y sacrificada: consiguió dos empleos y está incursionando en el mundo del teatro. Sin embargo, tiene la extraña sensación de que olvida algo importante, y pensamientos lujuriosos la tientan hacia un mundo prohibido y oscuro. Es que, sin saberlo, Lina está en la recta final de la Gran Competencia, con el tiempo justo para concebir al primer niño de fuego o a la niña alada que mejorará al mundo. Tras una lucha bestial que pondrá a prueba sus límites, Lina por fin logra adentrarse en el mundo del placer carnal, donde sus deseos son satisfechos. Sin embargo, de nuevo el destino le juega una mala pasada y se encontrará en el abismo de su propia existencia. En este tercer acto, Lina y William se consumen al fin en las llamas de su pasión y, como siempre, pagan un precio altísimo. Pero ¿acaso no vale la pena ser fiel al propio deseo?