Un silencio Sepulcral reinó de repente en el amplio saloon. Tim McCane miró con ojos penetrantes a los tres hombres que, de pie junto al mostrador, separados por algunos metros de distancia entre ellos, estaban prontos a abrir fuego contra él. Sabía que aquellos hombres eran rápidos, tan veloces como la luz, tan certeros como no podían encontrarse otros a todo lo largo de la senda del ganado, del Gran Sendero de Chisholm.
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Un silencio Sepulcral reinó de repente en el amplio saloon. Tim McCane miró con ojos penetrantes a los tres hombres que, de pie junto al mostrador, separados por algunos metros de distancia entre ellos, estaban prontos a abrir fuego contra él. Sabía que aquellos hombres eran rápidos, tan veloces como la luz, tan certeros como no podían encontrarse otros a todo lo largo de la senda del ganado, del Gran Sendero de Chisholm.