EN el cielo no parpadeaba ni una sola estrella. Negras nubes corrían en dirección a la costa, empujadas por algunas ráfagas de aire frío, procedente del mar. Pero, a pesar de la inclemencia del tiempo, la playa no estaba por completo solitaria. Un hombre permanecía en ella, procurando confundir su silueta con el macizo de rocas que se alzaba en un extremo de la superficie arenosa.
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EN el cielo no parpadeaba ni una sola estrella. Negras nubes corrían en dirección a la costa, empujadas por algunas ráfagas de aire frío, procedente del mar. Pero, a pesar de la inclemencia del tiempo, la playa no estaba por completo solitaria. Un hombre permanecía en ella, procurando confundir su silueta con el macizo de rocas que se alzaba en un extremo de la superficie arenosa.