La puerta del parador se abrió. El conductor cruzó la sala, acomodándose con indolencia en el alto taburete del mostrador.—Un café y un plato caliente, pequeña —pidió a la joven uniformada de azul.—No, Fred, lo lamento. Pero no puede ser. Ya está apagada la cocina y encuentras abierto por milagro. Habrás de conformarte con fiambres. Es muy tarde.—¡Oh!, lo sé, lo sé. Tuve una contrariedad con el cacharro, a cosa de quince millas de aquí. No exijo demasiado, sin embargo. Si el café puedes servírmelo, está bien lo demás. Espero que en lo sucesivo no llegue cuando hayas cerrado.—Sí, no es agradable pasar una nevada como ésta, y no encontrar comida o café caliente para recuperar energías.— Entonces, ¿puedo confiar en que me servirás algo humeante? —sonrió el conductor.—Por lo menos, lo intentaré —respondió ella, enarcando las cejas en cómico gesto de enfado—. Pero sin que sirva de precedente.—De acuerdo en todo, preciosa. Así será.
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La puerta del parador se abrió. El conductor cruzó la sala, acomodándose con indolencia en el alto taburete del mostrador.—Un café y un plato caliente, pequeña —pidió a la joven uniformada de azul.—No, Fred, lo lamento. Pero no puede ser. Ya está apagada la cocina y encuentras abierto por milagro. Habrás de conformarte con fiambres. Es muy tarde.—¡Oh!, lo sé, lo sé. Tuve una contrariedad con el cacharro, a cosa de quince millas de aquí. No exijo demasiado, sin embargo. Si el café puedes servírmelo, está bien lo demás. Espero que en lo sucesivo no llegue cuando hayas cerrado.—Sí, no es agradable pasar una nevada como ésta, y no encontrar comida o café caliente para recuperar energías.— Entonces, ¿puedo confiar en que me servirás algo humeante? —sonrió el conductor.—Por lo menos, lo intentaré —respondió ella, enarcando las cejas en cómico gesto de enfado—. Pero sin que sirva de precedente.—De acuerdo en todo, preciosa. Así será.