Robert Stevenson, corresponsal americano en Viena, ascendió, elástico, los escalones que le separaban de las dependencias policiales. Iba enfundado en un abrigo deportivo color canela, y cubría sus cabellos rubios con un escandaloso sombrero tirolés, con una pluma roja. Sus fuertes mandíbulas se hallaban guarnecidas de una barba espesa y recortada. Los agentes austríacos que encontró a su paso le saludaron, atentos. Era un hombre jovial y de tierna sonrisa, que sabía granjearse la confianza de cuantos podían proporcionarle la noticia o el reportaje que los rotativos estadounidenses engullirían, insaciables.
Description:
Robert Stevenson, corresponsal americano en Viena, ascendió, elástico, los escalones que le separaban de las dependencias policiales. Iba enfundado en un abrigo deportivo color canela, y cubría sus cabellos rubios con un escandaloso sombrero tirolés, con una pluma roja. Sus fuertes mandíbulas se hallaban guarnecidas de una barba espesa y recortada. Los agentes austríacos que encontró a su paso le saludaron, atentos. Era un hombre jovial y de tierna sonrisa, que sabía granjearse la confianza de cuantos podían proporcionarle la noticia o el reportaje que los rotativos estadounidenses engullirían, insaciables.