Aquella mujer tendría unos treinta años, era lo bastante hermosa como para volver bizcos a los habituales clientes del Star Palace, que acudían a verla interpretar su inimitable Danza de los abanicos, y sin ninguna duda cada uno de los atributos de su sexo estaban donde debían estar. Además, puede decirse que todo lo que llevaba sobre su persona era la larga y lisa cabellera negra como ala de cuervo.
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Aquella mujer tendría unos treinta años, era lo bastante hermosa como para volver bizcos a los habituales clientes del Star Palace, que acudían a verla interpretar su inimitable Danza de los abanicos, y sin ninguna duda cada uno de los atributos de su sexo estaban donde debían estar. Además, puede decirse que todo lo que llevaba sobre su persona era la larga y lisa cabellera negra como ala de cuervo.