—Desde que estamos aquí, has mirado el reloj un centenar de veces, muchacho. ¿Tienes alguna cita? El vozarrón de Leo Brown sobresaltó al barman, que nos miró con cierto reproche. Yo solo dije: —No se trata precisamente de una cita, pero quiero estar en casa a las diez en punto. Brown hizo una mueca de disgusto y bebió los restos de su whisky. Sobre el fondo del vaso tintinearon los trozos de hielo que todavía quedaban. Abandonó el vaso y refunfuñó: —Tú llegarás lejos, OʼNeil. Tienes la rigidez de los horarios de servicio metida en la sangre. Apuesto a que aspiras llegar por lo menos a fiscal de distrito.
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—Desde que estamos aquí, has mirado el reloj un centenar de veces, muchacho. ¿Tienes alguna cita? El vozarrón de Leo Brown sobresaltó al barman, que nos miró con cierto reproche. Yo solo dije: —No se trata precisamente de una cita, pero quiero estar en casa a las diez en punto. Brown hizo una mueca de disgusto y bebió los restos de su whisky. Sobre el fondo del vaso tintinearon los trozos de hielo que todavía quedaban. Abandonó el vaso y refunfuñó: —Tú llegarás lejos, OʼNeil. Tienes la rigidez de los horarios de servicio metida en la sangre. Apuesto a que aspiras llegar por lo menos a fiscal de distrito.