El policía le aguardaba en la oficina central del motel. Era un muchacho de unos veinticinco años, tostado por el sol, alto y delgado. El vistoso uniforme de la policía estatal de Florida le sentaba como un guante. Mike se detuvo ante él, inquieto. —¿Es usted míster Bannion? —le espetó el policía. —Sí. —Venga conmigo. Tengo el coche ahí fuera. —Un momento...
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El policía le aguardaba en la oficina central del motel. Era un muchacho de unos veinticinco años, tostado por el sol, alto y delgado. El vistoso uniforme de la policía estatal de Florida le sentaba como un guante. Mike se detuvo ante él, inquieto. —¿Es usted míster Bannion? —le espetó el policía. —Sí. —Venga conmigo. Tengo el coche ahí fuera. —Un momento...