El hombrecillo se apeó del taxi frente a la extensión de verde césped salpicado por las manchas blancas de las lápidas y monumentos funerarios, que reverberaban bajo el sol del mediodía. Deslumbrado, permaneció unos minutos inmóvil. La gente cruzaba cerca de él sin prestarle atención. Vestía un sencillo traje de sarga azul, arrugado y que parecía excesivamente grande para él. Sus ojos rodeados de profundas arrugas miraban el cementerio con evidente estupor. En realidad, ni siquiera con las lápidas sobresaliendo del césped, aquello se parecía en nada a los lúgubres cementerios que él recordaba.
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El hombrecillo se apeó del taxi frente a la extensión de verde césped salpicado por las manchas blancas de las lápidas y monumentos funerarios, que reverberaban bajo el sol del mediodía. Deslumbrado, permaneció unos minutos inmóvil. La gente cruzaba cerca de él sin prestarle atención. Vestía un sencillo traje de sarga azul, arrugado y que parecía excesivamente grande para él. Sus ojos rodeados de profundas arrugas miraban el cementerio con evidente estupor. En realidad, ni siquiera con las lápidas sobresaliendo del césped, aquello se parecía en nada a los lúgubres cementerios que él recordaba.