Los dedos ágiles y largos del joven, pues sólo hacía veintitrés años que su madre lo depositara en un cuchitril de Chicago, dejaron sobre el mármol negro de la barra unas monedas. Sus pupilas grises, metálicas, pasearon por la sala mientras sorbía el espeso líquido. El público abarrotaba el local y la mayoría hablaba a grandes voces. Todas las mesas estaban completas y las mujeres chillaban más que gritaban. Incluso algunos pataleaban para expresar alegría. Percy no participaba de aquellas demostraciones, aunque el nuevo ritmo también recorría sus venas. En la pista pequeña y rectangular, un quinteto de color, formado por tres hombres y dos mujeres, se retorcían en mil posiciones sicodélicas.
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Los dedos ágiles y largos del joven, pues sólo hacía veintitrés años que su madre lo depositara en un cuchitril de Chicago, dejaron sobre el mármol negro de la barra unas monedas. Sus pupilas grises, metálicas, pasearon por la sala mientras sorbía el espeso líquido. El público abarrotaba el local y la mayoría hablaba a grandes voces. Todas las mesas estaban completas y las mujeres chillaban más que gritaban. Incluso algunos pataleaban para expresar alegría. Percy no participaba de aquellas demostraciones, aunque el nuevo ritmo también recorría sus venas. En la pista pequeña y rectangular, un quinteto de color, formado por tres hombres y dos mujeres, se retorcían en mil posiciones sicodélicas.