Aquella mañana, como casi todas, Amita Daniell había salido muy temprano de su rancho, y en su carrito de compras, tirado por «Felipe», recorría el pintoresco sendero del pueblo, aquel camino estrecho y largo que serpenteaba por el llano y atravesaba el poblado, perdiéndose después en las lejanas cumbres.
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Aquella mañana, como casi todas, Amita Daniell había salido muy temprano de su rancho, y en su carrito de compras, tirado por «Felipe», recorría el pintoresco sendero del pueblo, aquel camino estrecho y largo que serpenteaba por el llano y atravesaba el poblado, perdiéndose después en las lejanas cumbres.