Zaid Al Fayeed cerró los ojos para evocar a Isabel Cavielli, caminando en el monte con su sombrero, con paso firme y su arma en la cintura, con ansias de venganza y sus aires de mujer frívola, con los miedos que escondía tras sus planes de cobrarse la justicia por su mano. La verdad es que Isabel era una mujer frágil, solitaria y muy apasionada. Zaid sonrió al recordarla desnuda, enredándose en su cuerpo, con sus ojos llenos de fuego, con una pasión que desbordaba por todos los poros de su piel, tan suave... Isabel gemía, Isabel se estremecía, Isabel se quedaba suspendida en el tiempo cuando él le hacia el amor. Evocaba en esos momentos sus memorias, sus fantasmas. Isabel le hacía el amor a sus recuerdos y a Zaid se le partía el corazón de amar a una rosa, a una rosa con sus afiladas espinas
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Zaid Al Fayeed cerró los ojos para evocar a Isabel Cavielli, caminando en el monte con su sombrero, con paso firme y su arma en la cintura, con ansias de venganza y sus aires de mujer frívola, con los miedos que escondía tras sus planes de cobrarse la justicia por su mano. La verdad es que Isabel era una mujer frágil, solitaria y muy apasionada. Zaid sonrió al recordarla desnuda, enredándose en su cuerpo, con sus ojos llenos de fuego, con una pasión que desbordaba por todos los poros de su piel, tan suave... Isabel gemía, Isabel se estremecía, Isabel se quedaba suspendida en el tiempo cuando él le hacia el amor. Evocaba en esos momentos sus memorias, sus fantasmas. Isabel le hacía el amor a sus recuerdos y a Zaid se le partía el corazón de amar a una rosa, a una rosa con sus afiladas espinas