Description:

El comandante Norton, de las Fuerzas Aéreas Americanas, se colocó en el centro del despacho y observó a los presentes, no superiores a la veintena. Luego, con voz pausada, de inflexiones graves, comenzó a decir: —La prueba que vamos a presenciar dentro de unos minutos es de vital importancia para nuestra aviación y para el país entero. Hemos trabajado durante muchos años y esperamos haber acertado plenamente. Mis colaboradores —y señaló a un grupo de oficiales con un amplio movimiento de manos—, saben cómo empezó el proyecto. Ustedes —y abarcó con la mirada a los miembros gubernamentales— también poseen los datos precisos. No es necesario, por tanto, hacer historia. No obstante, a raíz del éxito fabuloso del «Nautilus», primer submarino atómico, mis compañeros y yo nos preguntamos: «¿Por qué no construir un avión atómico?». Hemos trabajado en el empeño y hoy podemos sentirnos orgullosos al ofrecer a nuestra patria el resultado de tantas horas de trabajo. Guardó silencio. Los reunidos comenzaron a cambiar impresiones en voz baja. En ellas predominaba el convencimiento de que el paso que iban a presenciar significaba, ni más ni menos, la hegemonía en el aire de los Estados Unidos. No existía país alguno que dispusiera de aviones atómicos. Si la prueba era satisfactoria, todas las fábricas de la nación comenzarían a producirlos en serie.