Dean Harwell bebió un sorbo de whisky, castigado por varios trozos de hielo medio consumido, y echó un distraído vistazo a la playa con los ojos entrecerrados. El sol declinaba y apenas una docena de esforzados bañistas disfrutaban de la tibia temperatura del agua, nadando suavemente a una distancia prudencial de la costa. El día había sido muy caluroso y una débil neblina, azulada y roja por la puesta del sol, enturbiaba el horizonte marino.