Al ver cómo su enemigo alargaba aquellas manos, que le habían machacado el rostro, pretendió escapar consciente de que ninguna palabra, ni el mejor defensor del mundo, le salvarían de la muerte. Pero no tardó en saber, después de ser zancadilleado, que tampoco lo lograría por sus propios medios. Fue levantado del suelo y le llovieron los golpes por todas partes. Crujieron sus huesos, le brotó sangre de las cejas, de la boca, y de la nariz, mientras su realidad se convertía en una trampa mortal carente de la más mínima posibilidad de salvación.
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Al ver cómo su enemigo alargaba aquellas manos, que le habían machacado el rostro, pretendió escapar consciente de que ninguna palabra, ni el mejor defensor del mundo, le salvarían de la muerte. Pero no tardó en saber, después de ser zancadilleado, que tampoco lo lograría por sus propios medios. Fue levantado del suelo y le llovieron los golpes por todas partes. Crujieron sus huesos, le brotó sangre de las cejas, de la boca, y de la nariz, mientras su realidad se convertía en una trampa mortal carente de la más mínima posibilidad de salvación.