De verdad que no vas a venir conmigo a Washington? Carlo sonrió, pero su sonrisa no tenía nada que ver con la pregunta que le había hecho Doe. Éste, frunciendo el ceño, echó una nueva ojeada hacia abajo, donde la tierra desfilaba más allá de las alas del avión-cohete de pasajeros en el que viajaban. Carlo seguía sonriendo.
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De verdad que no vas a venir conmigo a Washington? Carlo sonrió, pero su sonrisa no tenía nada que ver con la pregunta que le había hecho Doe. Éste, frunciendo el ceño, echó una nueva ojeada hacia abajo, donde la tierra desfilaba más allá de las alas del avión-cohete de pasajeros en el que viajaban. Carlo seguía sonriendo.