El gobernador se quedó mirando atentamente a Homer Kaplan. Le gustaba aquel hombre. Kaplan era alto, delgado, pero de hombros muy anchos. Tenía los ojos oscuros y los cabellos negros, que llevaba muy largos. Vestía con corrección, pero de ninguna manera con afectación. Pantalones y chaqueta oscuros, camisa blanca y chalina negra al cuello. A la derecha, muy bajo, como un auténtico y hábil pistolero, Homer Kaplan llevaba un «Colt 45», enfundado en una bien engrasada revolverá, cuyo extremo estaba fijado al muslo, por encima de la rodilla, con una fina tira de piel de vaca. —No sé si le he entendido bien, Homer —murmuró. —Pues… —Espere… Espere un momento. Lo que yo he entendido es que quiere usted volver a ser *marshall*. —Así es, señor gobernador.
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El gobernador se quedó mirando atentamente a Homer Kaplan. Le gustaba aquel hombre. Kaplan era alto, delgado, pero de hombros muy anchos. Tenía los ojos oscuros y los cabellos negros, que llevaba muy largos. Vestía con corrección, pero de ninguna manera con afectación. Pantalones y chaqueta oscuros, camisa blanca y chalina negra al cuello. A la derecha, muy bajo, como un auténtico y hábil pistolero, Homer Kaplan llevaba un «Colt 45», enfundado en una bien engrasada revolverá, cuyo extremo estaba fijado al muslo, por encima de la rodilla, con una fina tira de piel de vaca. —No sé si le he entendido bien, Homer —murmuró. —Pues… —Espere… Espere un momento. Lo que yo he entendido es que quiere usted volver a ser *marshall*. —Así es, señor gobernador.