Description:

El rumor de las conversaciones que se sostenían en el salón llegaba hasta el porche, en cuya baranda estaban el hombre y la mujer, apoyados allí, silenciosos, mirando a lo lejos, como si fuese posible ver en la oscuridad algo que les satisficiera más que la conversación del otro. Él era un muchacho alto, atlético, erguido, de largos cabellos oscuros y ojos de tímida expresión, rostro correcto y suave. Veinticuatro años de dura vida no habían conseguido que Sandy Bickford endureciese su carácter, ni siquiera su gesto amable y bondadoso. Ella debía tener tres o cuatro años menos. Era rubia, de un tono muy claro, y sus ojos eran oscuros; grandes, rasgados, hermosos… pero siempre con aquella expresión triste, lejana. Fay Holland, en verdad, era muy bonita. Tenía la piel dorada por el sol, y muy fina. Sandy Bickford había pensado siempre que si tocaba la piel de Fay la rompería, como se rompe el papel mojado cuando se quiere coger. Y quizá aún no había comprendido que Fay Holland no se rompería jamás, que era dura y fuerte, resistente. Sólo su delicada belleza podía producir aquella impresión de fragilidad. Aquel encanto tierno y dulce.