Sin brusquedades ni malos modales, pero con evidente disgusto, la policía le devolvió a Charles Wendell sus cosas, y con un gesto, le dieron a entender claramente que nada más tenía que hacer allí; la fianza había sido pagada, de modo que podía marcharse. —Lo que le agradeceríamos, Wendell —dijo el teniente Morgan—, sería que intentase marcharse de Nueva York. —¿Me lo agradecerían? —se sorprendió Wendell.
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Sin brusquedades ni malos modales, pero con evidente disgusto, la policía le devolvió a Charles Wendell sus cosas, y con un gesto, le dieron a entender claramente que nada más tenía que hacer allí; la fianza había sido pagada, de modo que podía marcharse. —Lo que le agradeceríamos, Wendell —dijo el teniente Morgan—, sería que intentase marcharse de Nueva York. —¿Me lo agradecerían? —se sorprendió Wendell.