Ya de noche, contemplaba su reloj de pulsera a la luz de la estación. Sí. Las seis en punto. Ciertamente, no tenía por qué confiar en una gran puntualidad por parte del agente soviético al que había escrito a París, citándolo allí, en Niza. Podía ser, incluso, que el ruso Boris Vetenko ni siquiera aceptase el encuentro, por mucho que le intrigase lo que él tuviese que proponerle. Había conocido a Vetenko un año y pico antes, cuando aquel asunto de los albaneses, y sus relaciones, de acuerdo a lo previsto entonces por la CIA, habían sido muy buenas. Ahora, más de un año después, quizá Vetenko recordase aquellas buenas relaciones, y quizá no.
Description:
Ya de noche, contemplaba su reloj de pulsera a la luz de la estación. Sí. Las seis en punto. Ciertamente, no tenía por qué confiar en una gran puntualidad por parte del agente soviético al que había escrito a París, citándolo allí, en Niza. Podía ser, incluso, que el ruso Boris Vetenko ni siquiera aceptase el encuentro, por mucho que le intrigase lo que él tuviese que proponerle. Había conocido a Vetenko un año y pico antes, cuando aquel asunto de los albaneses, y sus relaciones, de acuerdo a lo previsto entonces por la CIA, habían sido muy buenas. Ahora, más de un año después, quizá Vetenko recordase aquellas buenas relaciones, y quizá no.