Howard se había levantado, y él mismo abrió la puerta del cuarto anexo al despacho del jefe de la Delegación del F. B. I. Una sala de espera bien decorada, insonorizada, provista de sistema cerrado de televisión y, por supuesto, de grabación. Todo lo cual de ninguna manera podía saberlo Giles Demaree, que entró en el cuarto, aprobó con la cabeza el buen gusto y el confort allí existente y se dejó caer en uno de los sillones.
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Howard se había levantado, y él mismo abrió la puerta del cuarto anexo al despacho del jefe de la Delegación del F. B. I. Una sala de espera bien decorada, insonorizada, provista de sistema cerrado de televisión y, por supuesto, de grabación. Todo lo cual de ninguna manera podía saberlo Giles Demaree, que entró en el cuarto, aprobó con la cabeza el buen gusto y el confort allí existente y se dejó caer en uno de los sillones.