Mientras en la fría mañana de aquel 19 de abril de 1775 iba disipándose la neblina que daba un cierto aspecto irreal e incluso fantasmagórico a cuanto le rodeaba, Stephen Kindell contempló con ojos ardientes la lenta aproximación de las tropas inglesas. Lógicamente debiera haber corrido en busca de su caballo para escapar a todo galope de Lexington, pues resultaba totalmente absurdo pretender contener una columna de dos mil quinientos hombres, bien pertrechados y entrenados, al paso de los cuales sólo se oponían cincuenta colonos que, extendidos por los terrenos comunales de la aldea, esperaban el momento de abrir fuego; pero sus diez y nueve años pictóricos de entusiasmo y valor le permitían afrontar la situación con una sonrisa de febril ansiedad, ganoso en realidad de iniciar cuanto antes el desproporcionado combate. De todos modos no era sólo vehemencia juvenil lo que impulsaba a los patriotas, ya que entre los cincuenta colonos había hombres de todas las edades que no vacilaban en exponer su vida, inflamados en el más ardoroso amor patrio.
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Mientras en la fría mañana de aquel 19 de abril de 1775 iba disipándose la neblina que daba un cierto aspecto irreal e incluso fantasmagórico a cuanto le rodeaba, Stephen Kindell contempló con ojos ardientes la lenta aproximación de las tropas inglesas. Lógicamente debiera haber corrido en busca de su caballo para escapar a todo galope de Lexington, pues resultaba totalmente absurdo pretender contener una columna de dos mil quinientos hombres, bien pertrechados y entrenados, al paso de los cuales sólo se oponían cincuenta colonos que, extendidos por los terrenos comunales de la aldea, esperaban el momento de abrir fuego; pero sus diez y nueve años pictóricos de entusiasmo y valor le permitían afrontar la situación con una sonrisa de febril ansiedad, ganoso en realidad de iniciar cuanto antes el desproporcionado combate. De todos modos no era sólo vehemencia juvenil lo que impulsaba a los patriotas, ya que entre los cincuenta colonos había hombres de todas las edades que no vacilaban en exponer su vida, inflamados en el más ardoroso amor patrio.