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Era una pobre tonta. Tontísima. Así pensaba de sí misma Lana Wender mientras viajaba en coche con Sloan Latimer hacia el chalé que éste tenía fuera de la ciudad, bastante más allá de los elegantes suburbios. En realidad, ella ya había estado allí un par de veces antes, pero siempre acompañada de amigos. Sloan Latimer era una persona muy sociable, un hombre encantador. Lo había conocido en uno de esos «parties» serios, donde nadie se quita la ropa, y se habla de cosas inteligentes, se bebe con moderación y se sabe que «La Viuda Clicquot» es un champaña francés, y donde todo el mundo sabe que un «Renoir» es un cuadro de este famoso pintor francés y no un coche deportivo, por ejemplo, y que Miguel Ángel no es un jugador de «baseball»…