Ilya parpadeó. Había algo… poco corriente en los ojos de la dama otoñal. A decir verdad no había nada en ella que fuese corriente, en el sentido vulgar. Lo único sorprendente en ella era que estuviese en aquel lugar, es decir, en el Bar Orbis, en pleno Bulevar de la Croisette, en la más que cosmopolita Cannes, en plena Costa Azul. No es que el Bar Orbis fuese censurable en modo alguno, pero no alcanzaba la categoría que parecía tener la dama de la propuesta. Era un bar de lujo, acudía gente lujosa, y todo tenía allí precios de hijo, pero… no tenía clase suficiente para la dama.
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Ilya parpadeó. Había algo… poco corriente en los ojos de la dama otoñal. A decir verdad no había nada en ella que fuese corriente, en el sentido vulgar. Lo único sorprendente en ella era que estuviese en aquel lugar, es decir, en el Bar Orbis, en pleno Bulevar de la Croisette, en la más que cosmopolita Cannes, en plena Costa Azul. No es que el Bar Orbis fuese censurable en modo alguno, pero no alcanzaba la categoría que parecía tener la dama de la propuesta. Era un bar de lujo, acudía gente lujosa, y todo tenía allí precios de hijo, pero… no tenía clase suficiente para la dama.