Mark Grover vio a su visitante desde lejos. Exactamente, desde la cima de la suave colina frontera a la en que estaba enclavado su rancho. Y lo reconoció. Mark Grover tenía su modo especial de juzgar a las personas. De este modo, nunca le había gustado Wilbur Larskine. Nunca. Cuando una persona no le gustaba a Mark Grover, era una señal definitivamente mala. En aquel caso concreto, el concerniente a Wilbur Larskine, las impresiones intuitivas de Grover estaban plenamente justificadas. Grover sabía, antes de llegar ante el porche de su modesto ranchito, las intenciones, los deseos de Wilbur Larskine. Empero, Grover era un hombre parco en expresiones, seco, áspero, poco comunicativo, poco dado a exteriorizar sus ideas o pensamientos a menos que fuese indispensable.
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Mark Grover vio a su visitante desde lejos. Exactamente, desde la cima de la suave colina frontera a la en que estaba enclavado su rancho. Y lo reconoció. Mark Grover tenía su modo especial de juzgar a las personas. De este modo, nunca le había gustado Wilbur Larskine. Nunca. Cuando una persona no le gustaba a Mark Grover, era una señal definitivamente mala. En aquel caso concreto, el concerniente a Wilbur Larskine, las impresiones intuitivas de Grover estaban plenamente justificadas. Grover sabía, antes de llegar ante el porche de su modesto ranchito, las intenciones, los deseos de Wilbur Larskine. Empero, Grover era un hombre parco en expresiones, seco, áspero, poco comunicativo, poco dado a exteriorizar sus ideas o pensamientos a menos que fuese indispensable.