Muchas cosas más, unos miles de personas que no cesaban de aullar, y una tarde de gran triunfo para Mateo Sierra Chihuahua, que acababa de cortar las dos orejas y el rabo del quinto toro de la tarde llena de sol que todavía era rabioso. El matador anterior, Agapito Carvajal, se había llevado un broncazo que pasaría a la historia taurina mexicana. La plaza era un montón de colores y rostros. Predominaba el blanco, pero también se veían camisas de colorines, que dañaban la vista al reflejar el sol casi tanto como las blancas. Mateo Sierra Chihuahua estaba dando su segunda vuelta al ruedo, mostrando sus trofeos, sonriendo en agradecimiento a los silbidos y aplausos; se había manchado la taleguilla de sangre de toro, pero aquélla era su gran tarde.
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Muchas cosas más, unos miles de personas que no cesaban de aullar, y una tarde de gran triunfo para Mateo Sierra Chihuahua, que acababa de cortar las dos orejas y el rabo del quinto toro de la tarde llena de sol que todavía era rabioso. El matador anterior, Agapito Carvajal, se había llevado un broncazo que pasaría a la historia taurina mexicana. La plaza era un montón de colores y rostros. Predominaba el blanco, pero también se veían camisas de colorines, que dañaban la vista al reflejar el sol casi tanto como las blancas. Mateo Sierra Chihuahua estaba dando su segunda vuelta al ruedo, mostrando sus trofeos, sonriendo en agradecimiento a los silbidos y aplausos; se había manchado la taleguilla de sangre de toro, pero aquélla era su gran tarde.