Anatole Simonet se miró al espejo, y en seguida torció el gesto: era demasiado guapo. Esto, que seguramente sería del agrado de muchos hombres, tenía bastante fastidiado a Anatole, en líneas generales. Pero como dicen que no hay mal que por bien no venga, él procuraba que su belleza le resultase positiva, no negativa.
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Anatole Simonet se miró al espejo, y en seguida torció el gesto: era demasiado guapo. Esto, que seguramente sería del agrado de muchos hombres, tenía bastante fastidiado a Anatole, en líneas generales. Pero como dicen que no hay mal que por bien no venga, él procuraba que su belleza le resultase positiva, no negativa.