Lloyd Payne se estaba afeitando cuando sonó la llamada a la puerta. Paró la máquina, la dejó sobre la repisa de vidrio y fue a abrir, silbando despreocupadamente. Abrió la puerta. Llevaba las cejas un poco alzadas en el primer tiempo de interrogación. Pero cuando vio al hombre, las cejas bajaron bruscamente y, en seguida, se fruncieron. Y, sin transición, una luz de reconocimiento pasó por sus ojos.
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Lloyd Payne se estaba afeitando cuando sonó la llamada a la puerta. Paró la máquina, la dejó sobre la repisa de vidrio y fue a abrir, silbando despreocupadamente. Abrió la puerta. Llevaba las cejas un poco alzadas en el primer tiempo de interrogación. Pero cuando vio al hombre, las cejas bajaron bruscamente y, en seguida, se fruncieron. Y, sin transición, una luz de reconocimiento pasó por sus ojos.