—Buenos días, señor. Al Nickerson, inspector jefe de la Delegación del FBI en New Haven, alzó la cabeza, sonrió amablemente, y correspondió al saludo del agente especial que acababa de entrar en su despacho. —Buenos días, Kent. Siéntate… ¿Cómo va ese asunto de la evasión de impuestos? Kent Nixon se sentó en un sillón, delante de la mesa de su jefe, y encogió los hombros despectivamente. —Yo no lo llamaría asunto, señor, sino asuntillo… Está terminado. Acabo de pasar la última parte del informe.
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—Buenos días, señor. Al Nickerson, inspector jefe de la Delegación del FBI en New Haven, alzó la cabeza, sonrió amablemente, y correspondió al saludo del agente especial que acababa de entrar en su despacho. —Buenos días, Kent. Siéntate… ¿Cómo va ese asunto de la evasión de impuestos? Kent Nixon se sentó en un sillón, delante de la mesa de su jefe, y encogió los hombros despectivamente. —Yo no lo llamaría asunto, señor, sino asuntillo… Está terminado. Acabo de pasar la última parte del informe.