EN total había nueve personas, y todas parecían estar pasándolo estupendamente. A fin de cuentas, todos eran muy jóvenes, y, con eso sólo, ya había motivo suficiente para organizar una formidable y sensacional juerga, según se supone.Estaban en la playa, bailando, riendo, bebiendo… Algunos tocaban instrumentos musicales, y hasta una de las chicas se había atrevido a convertirse en la atracción central del grupo, bailando con un descaro sólo comparable a la escasez de sus ropas. Era una juerga formidable, sí señor.Y además, en un escenario perfecto, tranquilo y romántico. Tenían el mar, la noche llena de estrellas, con luna creciente, que se partía en mil pedazos sobre las negras aguas marinas; en la orilla, continuamente, se iban formando blancas crestas de espuma, sobre las olas que llegaban empujadas por la brisa procedente del mar, y que también mecían muy suave, lenta, dulcemente, las esbeltas palmeras. Se oían risas, música, tintinear de cristal, gorgotear de líquidos. La locura.
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EN total había nueve personas, y todas parecían estar pasándolo estupendamente. A fin de cuentas, todos eran muy jóvenes, y, con eso sólo, ya había motivo suficiente para organizar una formidable y sensacional juerga, según se supone.Estaban en la playa, bailando, riendo, bebiendo… Algunos tocaban instrumentos musicales, y hasta una de las chicas se había atrevido a convertirse en la atracción central del grupo, bailando con un descaro sólo comparable a la escasez de sus ropas. Era una juerga formidable, sí señor.Y además, en un escenario perfecto, tranquilo y romántico. Tenían el mar, la noche llena de estrellas, con luna creciente, que se partía en mil pedazos sobre las negras aguas marinas; en la orilla, continuamente, se iban formando blancas crestas de espuma, sobre las olas que llegaban empujadas por la brisa procedente del mar, y que también mecían muy suave, lenta, dulcemente, las esbeltas palmeras. Se oían risas, música, tintinear de cristal, gorgotear de líquidos. La locura.