Si algo había en el mundo que le gustase a Lyndon Aldeman de verdad era las mujeres. Le gustaban todas, en principio. Mas no como una expresión de su actitud o comportamiento desaforadamente sátiro, sino porque era un hombre consecuente. Y si no, a ven ¿puede haber en el mundo cualquier cosa que le guste a un hombre más que las mujeres? ¿A qué no? Pues eso. Así que le gustaban todas. Le caían bien, vamos. Cuando veía una chica sonriente, amable y con alegría de vivir, Lyn se decía que todo iba bien en el mundo, a pesar de todo. El se entendía Y también los demás podemos entenderlo perfectamente: cuando las mujeres sonríen es que todo va bien, es así de simple.
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Si algo había en el mundo que le gustase a Lyndon Aldeman de verdad era las mujeres. Le gustaban todas, en principio. Mas no como una expresión de su actitud o comportamiento desaforadamente sátiro, sino porque era un hombre consecuente. Y si no, a ven ¿puede haber en el mundo cualquier cosa que le guste a un hombre más que las mujeres? ¿A qué no? Pues eso. Así que le gustaban todas. Le caían bien, vamos. Cuando veía una chica sonriente, amable y con alegría de vivir, Lyn se decía que todo iba bien en el mundo, a pesar de todo. El se entendía Y también los demás podemos entenderlo perfectamente: cuando las mujeres sonríen es que todo va bien, es así de simple.