Eran dos hombres. Uno blanco. Otro negro. Cabalgaban juntos, ya sin prisas, recién enfilada la calle mayor de Ridway Valley. Hacía tanto calor, que los dos jinetes, el blanco y el negro, notaban la lengua grande y seca; tan grande, sobre todo, que les daba la impresión de un cuerpo extraño en la boca. Atardecía. El blanco se echó el sombrero atrás, sonrió y dijo: —Whisky. El negro le imitó. Y dijo: —Cerveza.
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Eran dos hombres. Uno blanco. Otro negro. Cabalgaban juntos, ya sin prisas, recién enfilada la calle mayor de Ridway Valley. Hacía tanto calor, que los dos jinetes, el blanco y el negro, notaban la lengua grande y seca; tan grande, sobre todo, que les daba la impresión de un cuerpo extraño en la boca. Atardecía. El blanco se echó el sombrero atrás, sonrió y dijo: —Whisky. El negro le imitó. Y dijo: —Cerveza.