Estaban en pleno acto sexual cuando sonó la primera explosión, fortísima, que hizo retemblar los cristales que quedaban en las puertas del pequeño balcón sobre la Vía S. Antonio Abate, cerca de la Piazza S. Francesco. Nino Poretto se tensó, quedó así inmóvil un instante y pareció que fuese a abandonar la dulce empresa que tenía emprendida. Pero Alida se abrazó con fuerza a su cuello, alzó ansiosamente las caderas y murmuró, quejumbrosa: —Oh, no... ¡No me dejes ahora!
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Estaban en pleno acto sexual cuando sonó la primera explosión, fortísima, que hizo retemblar los cristales que quedaban en las puertas del pequeño balcón sobre la Vía S. Antonio Abate, cerca de la Piazza S. Francesco. Nino Poretto se tensó, quedó así inmóvil un instante y pareció que fuese a abandonar la dulce empresa que tenía emprendida. Pero Alida se abrazó con fuerza a su cuello, alzó ansiosamente las caderas y murmuró, quejumbrosa: —Oh, no... ¡No me dejes ahora!