Simpson Rice se sentía satisfechísimo de sí mismo. No sabía qué resultado iba a dar a su trabajo, pero sabía que había trabajado bien. No se le podía pedir más. Había tomado dieciocho fotografías, y, pese a la distancia, estaba seguro de que eran buenas, que saldrían bien. Por algo utilizaba una cámara formidable en todos los sentidos. Y justo entonces, en aquellos momentos en que pensaba que lo había hecho muy bien, apareció la otra lancha, acercándose. A bordo de ella, Rice vio por el momento a tres hombres: uno a los mandos y dos asomados a la borda, mirando hacia él... y con caras de pocos amigos. Rice tuvo el palpito de que no lo había hecho tan bien como había creído hasta entonces, y, por si acaso, corrió a los mandos de su lancha y se puso en marcha.