Willy Grey, el jefe de la estafeta de Correos de San Saba, Texas, estaba enamorado de la señorita Alice Ellison, su única ayudante para atender el servicio. Y con razón. La señorita Ellison era preciosa. Encantadora. Todo esto además de ser inteligente, educada, simpática y eficiente. No se le podía pedir más a la señorita Ellison, la cual, dicho sea de paso, no contaba solamente con la admiración de Grey, sino con la de todo el elemento masculino del pueblo. Era casi alta, de cuerpo esbelto y bien formado, y tenía tal gracia y estilo personal caminando que se la podía distinguir de muy lejos aunque no llevara suelta su larga cabellera roja. Su rostro, deliciosamente pecoso, lucía dos grandes, verdes y expresivos ojos, una naricita resuelta, y una boca grande, llena, fresca, húmeda, que hacía soñar a Willy y a mil hombres más. Su piel era blanca, tersa, densa, y cuando ocasionalmente la blusa se le abría demasiado, Grey se apresuraba a atisbar, convencido de que lo hacía con tal disimulo que Alice no se daba cuenta.
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Willy Grey, el jefe de la estafeta de Correos de San Saba, Texas, estaba enamorado de la señorita Alice Ellison, su única ayudante para atender el servicio. Y con razón. La señorita Ellison era preciosa. Encantadora. Todo esto además de ser inteligente, educada, simpática y eficiente. No se le podía pedir más a la señorita Ellison, la cual, dicho sea de paso, no contaba solamente con la admiración de Grey, sino con la de todo el elemento masculino del pueblo. Era casi alta, de cuerpo esbelto y bien formado, y tenía tal gracia y estilo personal caminando que se la podía distinguir de muy lejos aunque no llevara suelta su larga cabellera roja. Su rostro, deliciosamente pecoso, lucía dos grandes, verdes y expresivos ojos, una naricita resuelta, y una boca grande, llena, fresca, húmeda, que hacía soñar a Willy y a mil hombres más. Su piel era blanca, tersa, densa, y cuando ocasionalmente la blusa se le abría demasiado, Grey se apresuraba a atisbar, convencido de que lo hacía con tal disimulo que Alice no se daba cuenta.