Está bien el nombre de 'El Niño Visionario' para este nuevo libro de Jaime Bedoya Martínez, con el cual el autor de 'El Pijao Rebelde' ha querido sumarse a las celebraciones del Año Internacional del Niño. Se trata de la andanza universal de un chico a través de la vida y del conocimiento, de las grandes y pequeñas cosas, de la emoción y el sentimiento, de la familia y el afecto, de las verdades, la imaginación y los sueños. Una andanza demasiado extensa que a veces se diría también demasiado seria para el estilo y la personalidad de quien la narra -un niño- que así comienza dentro del circulo oyente de sus pequeños amigos: 'Soy John Jaime, tengo doce años largos, protegido por el calor humano de mis padres y hermanos. Nací en una campiña con aroma de Dios, de flores y de generosos vergeles tropicales…”.
John Jaime es, pues, el personaje que habla. Viene con su inicial adolescencia de una granja maravillosa- riachuelos cristalinos, pajaritos multicolores, bosques profundos ganados apacibles- y desde allá trae su sabio deslumbramiento. Lo entrega en una quincena de capítulos, como contrafigura narradora del escritor Jaime Bedoya Martínez y de ello resulta lo que podría llamarse una hibridación estructural muy visible entre el escritor adulto y su personaje infante. Hombre y niño se confunden y de ello resulta el tono, el modo narrativo, la hechura del relato, la multiplicidad de los itinerarios, la forma y el fondo de las reflexiones, las normas y la filosofía. Un libro que, de todos modos se lee con curiosidad y encanto. Buena y serenamente. El suyo es un dilatado territorio de generosas imágenes y amables motivos, trabajado en un material humano y limpio en el que a veces se acentúa la necesaria diferencia entre el autor y su personaje actuante, dentro del coro infantil que le escucha.
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Está bien el nombre de 'El Niño Visionario' para este nuevo libro de Jaime Bedoya Martínez, con el cual el autor de 'El Pijao Rebelde' ha querido sumarse a las celebraciones del Año Internacional del Niño. Se trata de la andanza universal de un chico a través de la vida y del conocimiento, de las grandes y pequeñas cosas, de la emoción y el sentimiento, de la familia y el afecto, de las verdades, la imaginación y los sueños. Una andanza demasiado extensa que a veces se diría también demasiado seria para el estilo y la personalidad de quien la narra -un niño- que así comienza dentro del circulo oyente de sus pequeños amigos: 'Soy John Jaime, tengo doce años largos, protegido por el calor humano de mis padres y hermanos. Nací en una campiña con aroma de Dios, de flores y de generosos vergeles tropicales…”. John Jaime es, pues, el personaje que habla. Viene con su inicial adolescencia de una granja maravillosa- riachuelos cristalinos, pajaritos multicolores, bosques profundos ganados apacibles- y desde allá trae su sabio deslumbramiento. Lo entrega en una quincena de capítulos, como contrafigura narradora del escritor Jaime Bedoya Martínez y de ello resulta lo que podría llamarse una hibridación estructural muy visible entre el escritor adulto y su personaje infante. Hombre y niño se confunden y de ello resulta el tono, el modo narrativo, la hechura del relato, la multiplicidad de los itinerarios, la forma y el fondo de las reflexiones, las normas y la filosofía. Un libro que, de todos modos se lee con curiosidad y encanto. Buena y serenamente. El suyo es un dilatado territorio de generosas imágenes y amables motivos, trabajado en un material humano y limpio en el que a veces se acentúa la necesaria diferencia entre el autor y su personaje actuante, dentro del coro infantil que le escucha.