George Burker simuló seguir enfrascado en los papeles que tenía sobre la mesa panorámica, a pesar de que escuchó perfectamente que la puerta del despacho se abría y segundos después volvía a cerrarse. Los pasos de la persona recién llegada fueron amortiguados por la afelpada moqueta. Pasaron unos segundos y la persona tosió discretamente. Pero George no le hizo el menor caso. Dio una fuerte chupada al habano que sostenía aprisionado entre los dientes y exhaló gran cantidad de humo sin quitárselo de la boca. Se trataba de un hombre de poderosa anatomía, cabeza grande, unos cincuenta años bien llevados, y se adivinaba una enorme vitalidad física en toda su persona. —¿Piensa atenderme, señor Burker?
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George Burker simuló seguir enfrascado en los papeles que tenía sobre la mesa panorámica, a pesar de que escuchó perfectamente que la puerta del despacho se abría y segundos después volvía a cerrarse. Los pasos de la persona recién llegada fueron amortiguados por la afelpada moqueta. Pasaron unos segundos y la persona tosió discretamente. Pero George no le hizo el menor caso. Dio una fuerte chupada al habano que sostenía aprisionado entre los dientes y exhaló gran cantidad de humo sin quitárselo de la boca. Se trataba de un hombre de poderosa anatomía, cabeza grande, unos cincuenta años bien llevados, y se adivinaba una enorme vitalidad física en toda su persona. —¿Piensa atenderme, señor Burker?