Después de haber recibido aquel impacto terrible, se dio cuenta de que las cosas no podían haber ocurrido de la manera que pretendió al principio. Y que, si la alarma había sonado en «su segunda mente», era porque ésta, después del sueño del que acababa de salir, había captado directamente «la cosa». Fue tal su sorpresa que, sin darse cuenta de que lo hacía, se puso en pie, abandonando el mullido lecho, yendo hasta el ventanal, sobre cuya superficie transparente puso su amplia frente, contemplando, desde la altura del edificio, la ciudad que bullía allí lejos.
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Después de haber recibido aquel impacto terrible, se dio cuenta de que las cosas no podían haber ocurrido de la manera que pretendió al principio. Y que, si la alarma había sonado en «su segunda mente», era porque ésta, después del sueño del que acababa de salir, había captado directamente «la cosa». Fue tal su sorpresa que, sin darse cuenta de que lo hacía, se puso en pie, abandonando el mullido lecho, yendo hasta el ventanal, sobre cuya superficie transparente puso su amplia frente, contemplando, desde la altura del edificio, la ciudad que bullía allí lejos.