Lo más curioso fue que ninguno de los dos hombres adivinara, cuando menos, presintiese, la proximidad del otro. Y es que, a ambos, les atraía con mucha atención e idéntico recelo, la presencia del grupo de caballistas que flanqueaban la ladera, por su parte baja, de la montaña vecina, desnuda de vegetación y en extremo rocosa.
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Lo más curioso fue que ninguno de los dos hombres adivinara, cuando menos, presintiese, la proximidad del otro. Y es que, a ambos, les atraía con mucha atención e idéntico recelo, la presencia del grupo de caballistas que flanqueaban la ladera, por su parte baja, de la montaña vecina, desnuda de vegetación y en extremo rocosa.