La plazuela estaba llena de gente. Al menos, parcialmente, ya que al fondo, a la izquierda, donde el dueño del bar había invadido la calzada con sus veladores, había sitio. —Mira, allí hay una mesa vacía —dijo Nicolle—. ¿Nos sentamos? —Como quieras. Avanzaron, abriéndose paso entre las parejas que bailaban. Un poco a la derecha, algunos viejos contemplaban un programa de televisión en color y relieve. Parecía imposible que pudiesen oír algo. El estrépito de la orquesta, situada a la izquierda, sobre un tablado, era ensordecedor.
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La plazuela estaba llena de gente. Al menos, parcialmente, ya que al fondo, a la izquierda, donde el dueño del bar había invadido la calzada con sus veladores, había sitio. —Mira, allí hay una mesa vacía —dijo Nicolle—. ¿Nos sentamos? —Como quieras. Avanzaron, abriéndose paso entre las parejas que bailaban. Un poco a la derecha, algunos viejos contemplaban un programa de televisión en color y relieve. Parecía imposible que pudiesen oír algo. El estrépito de la orquesta, situada a la izquierda, sobre un tablado, era ensordecedor.