Un manual para saber qué harán los mercados y cómo utilizarlo en beneficio propio. Cómo acabar de una vez por todas con los mercados trata fundamentalmente de desmitificarlos. Y lo hace por diferentes vías: desde la más seria y cuantitativa (que permite ver como los mercados necesitan a los gobiernos en todo momento tanto o más que los gobiernos a ellos) hasta la más jocosa, que destaca las facetas más risibles de sus mitos y ritos y de los que trabajan en ellos. Y todo esto poniendo de relieve también las interpretaciones erróneas de lo que en ellos sucede; la delincuencia que se organiza en torno a la información privilegiada; los modos de razonar circulares en que se basan la mayor parte de las decisiones e interpretaciones; etc. Todo ello incluye el relato de anécdotas que les hacen perder toda la seriedad de la que están, aparentemente, imbuidos; de los golpes de suerte y giros de la fortuna que convierten una mala decisión en buena (o viceversa); del lenguaje colorido y metafórico tras el que se ocultan la pretensiones científicas, pasando, claro está, por las elaboraciones académicas que le dan un aroma de ciencia empírica a razonamientos basados en conceptos de existencia tan fantasmal como los del mismo Sigmund Freud o de los debates escolásticos del siglo XII.
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Un manual para saber qué harán los mercados y cómo utilizarlo en beneficio propio. Cómo acabar de una vez por todas con los mercados trata fundamentalmente de desmitificarlos. Y lo hace por diferentes vías: desde la más seria y cuantitativa (que permite ver como los mercados necesitan a los gobiernos en todo momento tanto o más que los gobiernos a ellos) hasta la más jocosa, que destaca las facetas más risibles de sus mitos y ritos y de los que trabajan en ellos. Y todo esto poniendo de relieve también las interpretaciones erróneas de lo que en ellos sucede; la delincuencia que se organiza en torno a la información privilegiada; los modos de razonar circulares en que se basan la mayor parte de las decisiones e interpretaciones; etc. Todo ello incluye el relato de anécdotas que les hacen perder toda la seriedad de la que están, aparentemente, imbuidos; de los golpes de suerte y giros de la fortuna que convierten una mala decisión en buena (o viceversa); del lenguaje colorido y metafórico tras el que se ocultan la pretensiones científicas, pasando, claro está, por las elaboraciones académicas que le dan un aroma de ciencia empírica a razonamientos basados en conceptos de existencia tan fantasmal como los del mismo Sigmund Freud o de los debates escolásticos del siglo XII.