La muchacha había perdido a su novio que tocaba la guitarra, pero él le había dejado el legado más mortífero de todos: el miedo. Y ahora me tocaba a mí protegerla de los matones portadores de armas que la seguían implacablemente. ¡Matones, músicos folklóricos y homicidios!
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La muchacha había perdido a su novio que tocaba la guitarra, pero él le había dejado el legado más mortífero de todos: el miedo. Y ahora me tocaba a mí protegerla de los matones portadores de armas que la seguían implacablemente. ¡Matones, músicos folklóricos y homicidios!