El doctor Huxton Rymer subió la ancha escalinata del famoso casino de Montecarlo, pasó junto al gigantesco y patilludo portero y franqueó la entrada, penetrando en la sala de juego. Había cambiado mucho desde la última vez que Rymer lo visitara. Antaño, el espacioso vestíbulo rebosaba de jugadores: grandes duques rusos, fabulosamente ricos, principillos despilfarradores de todos los países de Europa, industriales acaudalados de Francia y Alemania…
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El doctor Huxton Rymer subió la ancha escalinata del famoso casino de Montecarlo, pasó junto al gigantesco y patilludo portero y franqueó la entrada, penetrando en la sala de juego. Había cambiado mucho desde la última vez que Rymer lo visitara. Antaño, el espacioso vestíbulo rebosaba de jugadores: grandes duques rusos, fabulosamente ricos, principillos despilfarradores de todos los países de Europa, industriales acaudalados de Francia y Alemania…