Los tres hombres que rodeaban la mesa del bar de Dirty Hands (Manos sucias) Vigier contaban con casi un centenar de años de prisión en su haber colectivo y su sola presencia en aquel antro de pésima reputación habría bastado para despertar el recelo de cualquier policía que se dejase caer por allí. Por suerte para los malhechores, en el bar sólo había un cliente en aquellos momentos y era conocido del dueño; además, estaba tan bebido que se había quedado dormido sobre la mesa que ocupaba en otro ángulo del oscuro y maloliente establecimiento.
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Los tres hombres que rodeaban la mesa del bar de Dirty Hands (Manos sucias) Vigier contaban con casi un centenar de años de prisión en su haber colectivo y su sola presencia en aquel antro de pésima reputación habría bastado para despertar el recelo de cualquier policía que se dejase caer por allí. Por suerte para los malhechores, en el bar sólo había un cliente en aquellos momentos y era conocido del dueño; además, estaba tan bebido que se había quedado dormido sobre la mesa que ocupaba en otro ángulo del oscuro y maloliente establecimiento.