Todo era mar y cielo. En los remotos confines del horizonte, en cuanto abarcaba la vista, los matices del azul se confundían, dando la sensación de infinita continuidad entre el océano y el firmamento. Para Maide Ziegler, tendida en la cubierta de su pequeño yate, cubierta apenas por las dos prendas de su insignificante atuendo de baño, tostando al sol su ya moreno y bien moldeado cuerpo, el cielo azul purísimo se había convertido en obsesionante.
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Todo era mar y cielo. En los remotos confines del horizonte, en cuanto abarcaba la vista, los matices del azul se confundían, dando la sensación de infinita continuidad entre el océano y el firmamento. Para Maide Ziegler, tendida en la cubierta de su pequeño yate, cubierta apenas por las dos prendas de su insignificante atuendo de baño, tostando al sol su ya moreno y bien moldeado cuerpo, el cielo azul purísimo se había convertido en obsesionante.