Eran ya las nueve menos cuarto casi, o, lo que es lo mismo, que había transcurrido una hora de la cita y como no recibía aviso alguno de la señora que esperaba, se dijo que era para él una verdadera desgracia haber puesto el corazón en una mujer que, aunque tenía las apariencias de un verdadero ángel, era, en el fondo, una serpiente con todas sus peligrosas seducciones. Cuando estaban a punto de sonar las nueve, Purvale, desesperado, se decidió a volver al American Bar del hotel. Ya era muy tarde para intentar cenar en parte alguna algo digno de comer en realidad; así es que decidió tomar aquí un piscolabis.
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Eran ya las nueve menos cuarto casi, o, lo que es lo mismo, que había transcurrido una hora de la cita y como no recibía aviso alguno de la señora que esperaba, se dijo que era para él una verdadera desgracia haber puesto el corazón en una mujer que, aunque tenía las apariencias de un verdadero ángel, era, en el fondo, una serpiente con todas sus peligrosas seducciones. Cuando estaban a punto de sonar las nueve, Purvale, desesperado, se decidió a volver al American Bar del hotel. Ya era muy tarde para intentar cenar en parte alguna algo digno de comer en realidad; así es que decidió tomar aquí un piscolabis.