Estaba subida a un roble. Acurrucada en la bifurcación de una rama. Los bejucos, pendientes en festones, formaban densa cortina y un medio de acceso a los árboles colindantes para una persona ágil. Pero ¿de qué servía emular a los monos si con ello no se lograba alejar la amenaza?
De los colmillos. De aquellos curvos colmillos largos que la hubiesen deshecho el cuerpo y que la estaban aguardando. Veinticinco centímetros medía cada uno por lo menos. Amarillos, retorcidos, goteando aún sangre de la pantera que yacía inerte a pocos pasos.
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Estaba subida a un roble. Acurrucada en la bifurcación de una rama. Los bejucos, pendientes en festones, formaban densa cortina y un medio de acceso a los árboles colindantes para una persona ágil. Pero ¿de qué servía emular a los monos si con ello no se lograba alejar la amenaza?
De los colmillos. De aquellos curvos colmillos largos que la hubiesen deshecho el cuerpo y que la estaban aguardando. Veinticinco centímetros medía cada uno por lo menos. Amarillos, retorcidos, goteando aún sangre de la pantera que yacía inerte a pocos pasos.